Lama Ole Nydahl llegó a Lima provocando el mismo entusiasmo de todos los años. Teníamos por segunda vez el curso de Mahamudra en Perú. En los meses previos, nuestra energía había estado concentrada en resolver la logística pertinente de forma que todo funcionara bien. Habíamos logrado un promedio de 160 asistentes, entre amigos nacionales y de otros países.
No elegimos el mismo lugar en el que habíamos realizado el curso del Phowa del 2010, donde Lama Ole había disfrutado de estar en shorts y polos ligeros, caminar por la playa y tirarse a la piscina, donde Caty y Suemi hacían competiciones de natación, mientras Alfonso echaba pulsos con el Lama, y donde todos los amigos nacionales y de otros países se habían divertido tanto tomando el sol y metiéndose al mar entre sesión y sesión.
Esta vez elegimos el Centro Naval del Perú, un lugar paradisíaco cercano a Lima. Los huéspedes veraniegos habían regresado a sus casas y trajines cotidianos, así que podíamos disfrutar casi de forma privada. Carlos Salazar, de nuestra Sangha, nos ayudó con los contactos adecuados.
Como dice Rocío: «un sitio tranquilo, precioso y rodeado de mar. El Lama llegó feliz como siempre, y al ver nuevamente el lugar su sonrisa creció aún más. Lleno de energía, caminó hacia su bungalow cargando su maleta, que nadie logró quitarle. Las conferencias tuvieron lugar en una terraza toldada al borde del mar, en la que al atardecer, todo se volvía «mágico» con los tonos dorados y naranjas propios de esa hora.”
“Una tarde se hizo una pequeña excursión a la islita que está enfrente de la playa, a la que se llegaba cruzando por una especie de muelle largo, los que quedamos en el malecón, veíamos el «gusanito» de personas, siguiendo a nuestro raudo Lama hacia la parte alta de la isla” agrega.
Por dos días consecutivos: sábado 28 y domingo 29 de abril, tuvimos sesiones matinales a cargo de los instructores internacionales que habían acompañado a Lama Ole. Por las tardes teníamos dos sesiones con nuestro Lama. Al caer la noche, Lama Ole resolvía consultas de sus estudiantes. Hasta que alguno de sus alumnos más cercanos nos recordaba que teníamos que dejar que el Lama descanse.
“Los desayunos del Lama eran espectaculares, con todo tipo de exquisiteces, que fue compartido por todo el que pasaba por ahí. Había tanta comida que si el Lama no la hubiera compartido, hubiese tenido que hacer ejercicio para digerir más rápido y llegar a tiempo a las sesiones del curso. Cuando se lo veía en su terraza estaba tan feliz, gozando del sol y los amigos, que da gusto recordarlo”, añade Rocío.
Entre descansos, desayunos y cenas, amigos de otros países nos contaron que Lama Ole había introducido el Mahamudra de Tilopa en otros lugares. Deseosos, como siempre, queríamos también que nos lo diera. Aunque nos habían advertido que el Lama lo daría siempre que sintiera que las condiciones estuvieran propicias para transmitirlo.
Y efectivamente, sucedió tal cual nos lo contaron. Lama Ole explicó que sentía que teníamos muchos amigos que se acercaban al Mahamudra, por lo que consideraba que era mucho mejor hacer ese curso y que a nosotros también nos sentaría bien. No totalmente resignados, nos entregamos al Mahamudra y ahí reparamos en que realmente Lama Ole tenía toda la razón. Los versos y explicaciones con los que el Lama nos obsequió tenían la virtud de llegar tan frescos como si los escucháramos por primera vez. O como si nunca hubiéramos asistido a un curso sobre el Mahamudra.
Cuando terminó todo, aprendimos a reírnos de nuestra propia ingenuidad e inexperiencia, llamando al curso realizado como el Mahamudra sin Tilopa en recuerdo de esta experiencia donde fuimos obsequiados con versos y explicaciones que el Lama sembró en nosotros desde una perspectiva y mirada distintas.
Tuvimos la suerte de estar acompañados, durante las dos sesiones nocturnas, de una gran luna que podíamos casi tocar. Las olas del mar solazado consigo mismo, iban y venían desde el fondo hasta la orilla, haciendo un solo sonido con la voz del Lama.
Había pasado todo muy rápido. Era domingo y de noche, y teníamos que preparar la despedida que, como siempre, resultó en una suma de abrazos y risas con las promesas de volvernos a encontrar.
Lama Ole durante el curso, había logrado bendecir a todos y cada uno de sus estudiantes. Algunos recibieron su nombre dhármico. Otros la autorización para empezar el Ngondro. Y, otros, consejos para continuar con su práctica.
La noche del domingo cada uno durmió lo que pudo. Al día siguiente, muy temprano, llenamos los buses que en caravana partieron en dirección al aeropuerto. La llegada fue apoteósica. La seguridad pudo poco con tamaña delegación. Así lo despedimos, entre abrazos, besos y deseos de ¡regresa pronto! Nuestro Mahamudra sin Tilopa fue y es todavía toda una lección.
Redactores: Rocío, Carlos, Mauricio y Carmen