En los últimos años, de manera muy afortunada, nos ha tocado ayudar en la organización de la conferencia pública de Lama Ole en la Ciudad de México. Pero al decir afortunada me refiero a algo que va más allá del protagonismo y glamour de ser organizadores de este evento.
La fortuna, me parece, se da por la oportunidad que tenemos para desarrollarnos, como individuos y como grupo, darnos cuenta de nuestro potencial y poder dar a conocer el budismo a más seres.
Pero crecer a veces duele y por suerte pienso que eso es lo que nos ha pasado. Pasamos momentos difíciles meses antes y durante el evento, tratando de elegir el lugar, problemas con el sonido… Lama Ole en ese momento, se encontraba en el estrado sonriente y radiante, ecuánime, sin perturbaciones. Él simplemente continuaba con su charla tan espontánea, sabia y simpática como siempre, y poco a poco el gozo regreso a todos nosotros.
Poco a poco, nosotros, los afortunados organizadores recuperábamos la tranquilidad, mientras que nuestro Lama respondía de manera alegre a cada pregunta de la audiencia. Lama Ole, con apenas pocas horas dormidas, se quedó hasta pasada la media noche, sin queja alguna, dando bendiciones y poniendo atención a cada pregunta personal que le hacían. Un hombre de carne y hueso, frente a nosotros dando lo mejor de sí para los demás y a la gente a su alrededor, feliz y agradecida por tenerle.
Recuerdo una larga fila de personas esperando para recibir la bendición de nuestro lama y a muchos de ellos con lágrimas en los ojos y al Lama Ole dándonos al final las gracias por la organización del evento. ¿Cuál ha sido nuestra experiencia con la visita de nuestro Lama? Ha sido muy afortunada. Porque a pesar de los obstáculos, estamos aprendiendo que si tienes la suficiente confianza y la motivación correcta, al final, todo saldrá bien. Tuvimos la oportunidad de contar con un ejemplo vivo que nos demuestra hasta donde podemos llegar.
Gracias por esta oportunidad de desarrollo, querido Lama Ole.